30 de marzo de 2018

Rusiagate


En ejecución el “plan B” del fallido “Rusiagate”



¿Qué habría ganado Rusia con el asesinato del ex espía ruso Sergei Skripel y su hija Yulia? Esta simple pregunta está totalmente descartada del “razonamiento” de los políticos y de ese poder de facto que son los medios de prensa de los países de la OTAN, y sin embargo planteársela es “elemental”, como diría Sherlock Holmes, sobre todo si vemos el impecable realismo para no agravar las tensiones que el presidente ruso Vladimir Putin ha demostrado en el manejo de los conflictos creados por Estados Unidos y sus aliados en Ucrania, Siria y otros países.

Es por eso que hay “coincidencias” que merecen ser examinadas con atención, sobre todo en asuntos de sumo interés mundial y sin caer en un razonamiento “conspiracionista”. Me refiero a esta “coincidencia” tan puntual y que “cae como anillo al dedo” que ha sido el envenenamiento del ex espía ruso y su hija en Salisbury, Gran Bretaña, el domingo 4 de marzo, justo cuando ya era visible el desinfle del “Rusiagate”, la fábula de que Rusia, y en particular el presidente Vladimir Putin, habían manipulado la elección estadounidense para que ganara Donald Trump.

En efecto, conociendo el comportamiento de los gobernantes y servicios de inteligencia de Londres y Washington a lo largo de la historia, y especialmente en los últimos tiempos, hay muy buenas razones para pensar que lo sucedido a Skripal y a su hija, un grave hecho que aún no ha sido y que ni siquiera se quiere que sea elucidado, tuvo lugar en un momento muy particular, cuando periodistas británicos del Channel 4 estaban por revelar que la manipulación de la elección estadounidense, y del referendo sobre el Brexit, habían sido la obra de una empresa británica, Cambridge Analytica, que tiene oficinas en Londres, Nueva York y Washington y que utilizó datos proporcionados por Facebook (1).

Cambridge Analytica (CA), un “brote” de la empresa Strategic Communications Laboratories (SCL), manipuló elecciones en numerosos países –incluyendo algunos de Latinoamérica-, lo que necesariamente implica que tenía fuertes nexos con el mundo político relacionado con Washington y las estructuras de gobierno (e inteligencia), lo que no es extraño si vemos que uno de sus principales accionistas es nada menos que el  multimillonario estadounidense Robert Mercer, quien entre otras “causas” bien reaccionarias financió las campañas de varios Republicanos, entre ellas la de Donald Trump (2).

El reportaje de Channel 4

El 19 de marzo pasado el canal de TV Channel 4 News de Gran Bretaña difundió un reportaje (3) sobre CA que había sido realizado gracias a grabaciones –algunas hechas en secreto- entre finales del 2017 y enero del 2018, que exponían a través de los directivos y colaboradores de Cambridge Analytica todas las formas de manipulación que esta firma utilizó en el proceso referendario del Brexit en Gran Bretaña y en las elecciones de Estados Unidos (EEUU) que dieron el triunfo a Donald Trump, dos procesos a partir de los cuales se montaron increíbles campañas de propaganda para tratar de “mostrar” que habían sido manipulados por el gobierno de Moscú.

El primer dato curioso y revelador es que antes de que el Channel 4 difundiera el reportaje, el fundador y director de CA, Alexander Nix, renunció a su cargo, lo que implica que estaba al tanto de lo que iba a revelarse y de las consecuencias que tendría tanto para la firma y sus propietarios, como también para las conexiones políticas de CA en Londres y Washington.

Pero en realidad mucho antes, como por ejemplo el 15 de diciembre del 2017 –según la información del diario The Wall Street-, el consejero especial Robert Mueller pedía que CA “una empresa de datos que trabajó en la campaña para el presidente Donald Trump, entregase los documentos como parte de su investigación en la interferencia de Rusia en la elección del 2016 en EEUU” (4), lo que implica que ya entonces los servicios de inteligencia de EEUU y sus aliados estaban al tanto del papel que CA había jugado en el proceso electoral estadounidense.

Más aún, el diario The Times of Israel (5) acaba de revelar que CA trabajó con empresas israelíes y que además de utilizar los datos de Facebook –según el directivo de la división política de CA, Mark Turnbull-, efectuaba operaciones clásicas de chantaje y las “honey traps” (utilización de prostitutas ucranianas para grabar situaciones que permiten chantajear), y que para ello utilizaba ex espías británicos e israelíes. El informático canadiense Christopher Wylie, que trabajó para CA y decidió dar a conocer estas operaciones (6), acaba de revelar que la compañía canadiense AggregateIQ trabajó en el programa informático Ripon “que fue utilizado para identificar los votantes republicanos antes de la elección presidencial de EEUU en el 2016”.

Con la información disponible y la que empieza a salir a luz es claro que toda esta operación, así como quienes participaron en ella y quienes fueron sus beneficiarios, era de conocimiento de los servicios de inteligencia de EEUU y sus aliados, y mucho antes del 19 de marzo, cuando Channel 4 News difundió su reportaje.

O sea que mucho antes del 19 de marzo y del fatídico 4 de marzo –el envenenamiento de Skripel y su hija-, los personajes claves en Londres y Washington sabían que el Rusiagate que se jugaba en el Capitolio de Washington no solo estaba destinado a desplomarse definitiva y estrepitosamente, sino que habría que enfrentar el costo político y diplomático de esa campaña contra Rusia, fraguada desde el comienzo por millonarios, políticos y empresas de EEUU y Gran Bretaña.

Los vientos de marzo

Para tener una mejor visión del contexto hay que recordar que el 1 de marzo el presidente ruso Vladimir Putin hizo un discurso muy importante en el cual abordó importantes asuntos de política interior y –para poner las cosas en su lugar frente a Washington y la OTAN-, dio a conocer los avances que su país había logrado en armas estratégicas.

Asimismo ya había comenzado en Siria la preparación de la ofensiva para liberar las estratégicas zonas cercanas a Damasco, la capital, que estaban bajo el control de distintas fuerzas terroristas financiadas y armadas por el imperialismo y sus aliados, las cuales preparaban una operación de utilización de armas químicas que sería atribuida al gobierno de Siria para justificar la intervención militar de EEUU y sus aliados, que tenían planeado bombardear los edificios del gobierno en Damasco y las instalaciones del Ejercito Árabe Sirio.

Rusia advirtió que quienes preparaban ataques con armas químicas eran los terroristas armados y financiados por EEUU y sus aliados, llamó a cooperar para impedir la provocación y advirtió de manera clara que en caso de ataques aéreos contra instalaciones donde hubiera rusos la respuesta sería contundente y dirigida no solamente a los misiles sino a los aviones, buques e instalaciones que los lanzaran. De esta manera Moscú hizo que se volatilizaran las provocaciones preparadas por Washington y sus aliados para poder lanzar ataques en Siria y escalar las campañas mediáticas, políticas y diplomáticas contra Rusia.

Y es en este contexto que el domingo 4 de marzo en la ciudad de Salisbury ocurre el aún inexplicado envenenamiento de Skripel y de su hija, y que inmediatamente y sin prueba alguna las autoridades británicas acusan a Rusia de un intento de asesinato con un agente químico.

Curioso que el “ataque” con armas químicas que no pudo suceder en la zona cercana a Damasco sucediera en menor escala, según las autoridades de Londres, pero en nada menos que en Gran Bretaña, un importante país de la OTAN…

¿Algo más que coincidencias?

Por el momento ya se pueden plantear algo más que dudas sobre la coincidencia entre 1) el desplome total del Rusiagate en Washington y otras capitales que habían acusado a Rusia de intervenir y manipular elecciones, 2) el envenenamiento (porque todavía no se sabe si fue un intento de asesinato) de Sergei Skripal y su hija, y 3) el reportaje elaborado por periodistas del Channel 4 que reveló el papel que CA, sus propietarios y colaboradores, así como Facebook y ex espías de países occidentales jugaron en el referendo sobre el Brexit, en las elecciones en EEUU y de muchos otros países.

Pero para quien ha cubierto la política de agresión de EEUU hacia muchos países durante casi 60 años, las “coincidencias” que parecen “caídas del cielo” y que permiten no solamente seguir agrediendo sino aumentar la fuerza de la agresión, siempre han sido “operaciones con banderas de conveniencias” (false flags operations) para poner en acción los “planes B” que permiten continuar y escalar el plan original de agresión.

Es posible y deseable que se investigue cuándo las autoridades (y servicios de inteligencia) se enteraron del contenido de las entrevistas grabadas por el Channel 4, de la misma manera que se debe investigar cómo y con qué producto químico fueron envenenados o se envenenaron los Skripel, y de dónde provenía el producto, y todo esto en el contexto de la necesaria pregunta ¿a quién favoreció lo sucedido?

Mis recuerdos sobre la cobertura de los atentados contra el World Trade Center en el 2001 y de cómo esa tragedia fue manipulada por el poder político y mediático estadounidense para lanzar la guerra contra Irak para derribar a Saddam Hussein en el 2003, me hacen dudar de que la verdad salga a luz a menos que funcionarios honestos decidan no ser cómplices de más guerras y graves tensiones internacionales, y den a conocer los elementos que permitan llegar a saber lo que realmente sucedió.

La razón de fondo para el plan B

Si poco me extrañan las extravagantes acusaciones que lanzan los gobernantes británicos y estadounidenses es porque, como dice un respetado profesor de relaciones internacionales (que no voy a nombrar), veo mucha frustración y rabia no contenida en el comportamiento patológico de los maestros del universo. Que el mundo no evoluciona en un buen sentido para ellos.

Basta leer la parte pública de la Estrategia de Seguridad Nacional (ESN) que el gobierno de Trump dio a conoce a finales del 2017, y de la Estrategia de Defensa Nacional (EDF) dada a conocer a comienzos del 2018, y ver que en ambos casos hay una profunda preocupación en Washington (y por lo tanto en la OTAN) por la guerra que están perdiendo en Siria, por la pérdida de influencia y de hegemonía regional y mundial del sistema de dominación económica, comercial y financiera que conocemos bajo la figura de “globalización neoliberal”, y el encogimiento del poder político (y del “soft power”), frente a lo que ambos documentos denominan como “potencias rivales” que no aceptan las reglas del juego de la (ya pérdida) hegemonía que EEUU logró con el desmembramiento de la Unión Soviética.

¿Cuáles son esas potencias rivales? Rusia y China, a la primera se la asedia con bases y armamentos, se le aplican sanciones tras sanciones y se la acusa de todo lo imaginable. A China, que ya es la segunda potencia mundial económicamente hablando y que puede poner en entredicho el sistema monetario basado en el dólar, se la ataca con aranceles sobre los laminados de acero y aluminio, y se la amenaza con sanciones por no respetar los derechos de propiedad intelectual, mientras avanzan planes para aumentar el cerco militar que existe en Asia.

Washington y sus aliados ven que el realismo y la serenidad de Moscú y Beijing frente a estas provocaciones es una irrefutable muestra de convicción en el camino que ambos países han escogido. No desconocen que la fortaleza para resistir los embates proviene de la cohesión social y política de esos países, lo cual en lugar de llevar a la adopción de políticas realistas sigue alimentando el irracional, obcecado y hasta rabioso clima político que reina en las cúpulas del imperio y de la mayoría de sus aliados.

En el fondo, y la historia me parece que lo confirma, no solamente a los imperios no les gustar perder, sino que raramente aprenden cómo perder sin enloquecerse. No en vano el historiador Eric Hobsbawm nos advirtió del peligro implícito en la decadencia del imperio estadounidense, que desde su creación utilizó la fuerza militar como instrumento de dominación.

Lo cierto es que hay que terminar con la globalización de este capitalismo imperialista si además de impedir las guerras y hasta un conflicto nuclear queremos solucionar los peligros fatales para la humanidad que son el cambio climático, la destrucción de los ecosistemas y la falta de desarrollo en África para alimentar y hacer vivir una multiplicación de su población, como señala el biólogo estadounidense Paul Erlich (7).

El plan A fracasó y casi seguro que el plan B también fracasará, pero debemos estar conscientes que en Washington, Londres, Tel Aviv y otras capitales del imperio tienen más planes para avivar tensiones, crear focos de guerra y de subversión (Venezuela, Irán, Corea del Norte y países de África están en la mira) que pueden adquirir dimensiones regionales y llevar a confrontaciones nucleares.

Lo que es menos seguro es que en lugar de aceptar la realidad, que el mundo unipolar terminó hace rato, y que en lugar de ladrar y lanzar amenazas en el Consejo de Seguridad de la ONU, los actuales dirigentes occidentales den muestras de realismo para crear un mundo multipolar que respete las diferencias y legítimos intereses de todos los países, y que permita a África y otras regiones desarrollarse para enfrentar la dura realidad que se nos viene encima.


Notas

1.- Un canadiense que trabajó para Cambridge Analytica revela la manipulación: https://www.rt.com/uk/422471-cambridge-analytica-wylie-murder/


2.- La historia y composición de Cambridge Analytica en Wikipedia:  https://en.wikipedia.org/wiki/Cambridge_Analytica






- Alberto Rabilotta es periodista argentino-canadiense.

Fuente:   Alainet. 28.3.2018

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