7 de junio de 2017

Un periodista olvidado

En el día del periodista, recordando al hombre que le puso el nombre a una época.
“No hay ningún periodista argentino que no haya querido escribir su necrológica. Pero no hay ningún periódico argentino que haya querido recogerla. Este silencio que ha habido para la muerte de José Luis Torrres, prueba simplemente que murió en su ley. Esto es lo que se llama aquí 'libertad de prensa'. Libertad de los intereses antinacionales y antipopulares, para impedir que tenga medios de expresión lo nacional  y popular”
Arturo Jauretche


JOSE LUIS TORRES (1901-1965): EL FISCAL DE LA DECADA INFAME
por Alberto Buela 




Se destacó por su producción de denuncia en torno a los grandes negociados que signaron la, bautizada por él,  Década Infame. Y en el orden ideológico es el fundador junto con su entrañable amigo y compadre Carlos Montenegro(1904-1953) del nacionalismo anitimperialista hispanoamericano. Y así como el pensador boliviano fue el teórico del Movimiento Nacionalista Revolucionario, Torres lo fue del GOU y del golpe de Estado de 4 de junio de 1943.

La Gran Prensa internacional, los mass media diríamos hoy, (la nacional es un epígono de ella) tiene dos armas contundentes: una, la propaganda mediante la cual vende lo que quiere, crea arquetipos de hombres e insufla ideales que solo benefician al poder financiero que las sustenta. La otra es el silencio. Silenciar la denuncia que la afecta, omitir una noticia que la daña, ignorar la voz de un hombre que dice: lo que todos quieren decir. Es esta última la mejor arma, la más poderosa de las dos.

Así, en el momento de la propaganda la Gran Prensa se mueve con soltura, con agilidad, es el momento del ataque a las conciencias, de su manifestación y consecuentemente, de idiotización del lector. En el segundo momento, el del silencio, ella se halla abroquelada. Ha sido afectada en su poder. Le han cortado algún tentáculo. Su detractor no ha podido ser sobornado de ninguna manera, pues él es un hombre con principios y que vive en función de un ideal. Luego, hay que evitar que se lo conozca, pues reconociéndolo, sus principios y sus ideales se tornarán peligrosos para el statu quo reinante, hoy expresado a través del llamado pensamiento único y políticamente correcto.

Es este, sintéticamente, el mecanismo de los embaucadores de conciencias y  José Luis Torres  con sus vida y su muerte, es un ejemplo irrevocable de lo que este enfrentamiento acarrea. Sobre él escribió Arturo Jauretche: “No hay ningún periodista argentino que no haya querido escribir su necrológica. Pero no hay ningún periódico argentino que haya querido recogerla. Este silencio que ha habido para la muerte de José Luis Torrres, prueba simplemente que murió en su ley. Esto es lo que se llama aquí “libertad de prensa”. Libertad de los intereses antinacionales y antipopulares, para impedir que tenga medios de expresión lo nacional  y popular”(1).


Vida y obra de Torres

Nació en la ciudad de San Miguel de Tucumán el 21 de enero de 1901, fue su madre una mujer de condición humilde, siendo su padre un ingeniero del ferrocarril, Domingo Torres, que lo reconoció como hijo. Sus estudios llegaron a cuarto grado del colegio primario, lo que habla a las claras del carácter autodidáctico de su formación.

“Ya a los 14 años, recuerda la segunda señora de Torres, se unió a la acción anarquista para realizar la primera huelga violenta en el Ingenio Ledesma de Tucumán, a fin de conseguir el salario de 3 pesos para los obreros del surco”.

Al tiempo comienza a trabajar para el periódico tucumano El Orden. Es allí donde aprende el oficio de periodista y desde donde empieza, ya a los 18 años, su primera campaña periodística contra los que serán sus enemigo de por vida: la oligarquía maléfica y los perduellis, como los identificará años más tarde en libros homónimos.

Pasados los 20 años se trasladó al norte donde contrajo enlace con una mujer del lugar de quién tuvo la menos un hijo, Domingo. Ahí, nos cuenta Torres “En Salta y Jujuy fui director de diarios, obrero de ingenio, motorista de automóviles de alquiler(tachero, diríamos hoy), y siempre por temperamento, por vocación y por deber, agitador de rebeldías" (2).

Enviudó relativamente pronto, hecho que lo movió a retornar a Tucumán. De allí en más su figura comienza a adquirir dimensión política propia, y así lo vemos en 1932 cumpliendo funciones de ministro de gobierno de Juan Luis Nogués, quien a juicio de un oligarca de la talla de Juan Simón Padrós:  “Renunció a la tradición legada por sus mayores, junto con su sangre y su apellido”. Y ello por qué. Porque Nogués y Torres como su ministro, llevaron a cabo el único gobierno de provincia que defendió la autonomía federativa de la misma contra la voluntad inconstitucional del testaferro Agustín P.Justo y su patrón el requeteoligarca  Centro Azucarero Tucumano. Este enfrentamiento motivó la intervención de la provincia ante el silencio cómplice del Congreso de la Nación.

Después en 1933, el que va a ser reconocido como El fiscal de la década infame,  viaja a Buenos Aires donde se radica definitivamente, pues consideraba que “la cabeza de la hidra estaba aquí” Al viajar a Buenos Aires, cumplidos los 32 años, Pepe Torres ya está formado y la influencia del nacionalismo porteño y oligarcón es casi nula. Su nacionalismo fue siempre de Patria Grande, debido sobre todo por sus contactos permanentes con lo que fuera para nosotros el Alto Perú, esta vinculación existencial con la América profunda lo hizo el más americano de los hombres de su generación por lo que se emparenta mucho con Manuel Ugarte, un hombre de la generación anterior. Esto me trae a la memoria una anécdota: “No, Sandino no es comunista, como dice la propaganda yanqui, Sandino es nacionalista como nosotros”. Era la voz áspera de un hombre gravemente enfermo que había dado su vida y sus bienes(de pobre que era fue a parar al osario público) por su patria y por su pueblo. De la mano de Pepe Taladríz el hermano de Domingo el imprentero del nacionalismo peronista estaba ahí parado, inmóvil, un joven de escasos 17 años conmovido por la situación y las denuncias que salían a borbotones de la boca de ese viejo gruñón. Ese hombre era José Luis Torres y era la primera vez que lo vi allá por 1963.

Comienza con su llegada a Buenos Aires su período más fértil y combativo, pues junto con las denuncias del negociado de la venta de tierras de El Palomar (origen de la fortuna de Roberto Noble y de Clarín); de la estafa de la conversión de la deuda pública externa de la provincia de Buenos Aires en 1935; del Instituto Movilizador; de la ley de Coordinación de Transportes; de los monopolios del gas y teléfonos, hace campaña periodística contra la CADE , el grupo Dreyfus, el engendro de creación del Banco Central por parte de Inglaterra y la denuncia de la Banca Bemberg , prepara el clima de lo que él llamaba la Revolución Nacional de 1943 y el posterior gobierno del General Perón.

En cuanto a su vida privada, el hecho más significativo por esa época es su enlace en 1940 con Brígida Sal que lo acompañará hasta el resto de sus días y de quien tendrá una hija que agregará alegría a su carácter ya jovial. En una carta desde Mar del Plata fechada el 26-12-74 la viuda nos contará que “vivo prácticamente en la casa de mi hija ayudándole a manejar los mellizos”.

Si bien en el 43 publicó su primer libro Algunas maneras de vender la patria, es recién en el período que va del 43 al 53 donde Torres halla relativa tranquilidad para dejar por escrito sus experiencias, luchas e ideales. Así, Los perduellis (1943), La Década Infame (1945), La Patria y su Destino (1947), Seis Años después (1949), Nos acechan desde Bolivia (1952), La Oligarquía Maléfica (1953) son algunos de los títulos más salientes de su producción.

Pero José Luis Torres no es un hombre de partido sino de la Nación y ante la burocratización del peronismo, compuesta por esa camándula de adulones y alcahuetes que siempre rodearon a Perón, alzará nuevamente su pluma, o colaborará con sus pocos ahorros, en defensa de los intereses nacionales y populares.

Es por lo demás conocida la colaboración desinteresada que prestó al gobierno de Perón, quien incluso más de una vez lo mandó llamar a fin de que lo informara sobre temas de vital importancia para el país. Es plausible que haya sido Torres, quien redactó el borrador de la proclama del GOU del 4 de junio de l943, habida cuenta que era Perón quien lo visitaba junto a otros oficiales en su casa de la calle Perú casi Independencia.

Con posterioridad a la revolución del 55 edita la revista Política y Políticos, que tenía como leyenda “ni con unos, ni con otros”, de la que logran salir ocho números hasta que es cerrada por orden del almirante Rojas. En ella Torres, que era su único redactor y escribía con estilos diferentes para darle mayor relieve, estigmatizó la revolución triunfante desde todos los ángulos, bautizándola como “revolución fusiladora”, nombre con que años más tarde se la identificó definitivamente. Es éste, otro de los rasgos del “Loco Torres” como lo llamaban sus amigos, el poder sintetizar en un nombre preciso y apropiado hechos, personas y épocas. Así, a él se debe la caracterización de “Década Infame” al período del 32 al 43; “Oligarquía maléfica”, al sector social de mayor recursos que se enriqueció a costillas  del pueblo en ese período y “Perduelio”, al aparato financiero y legal montado por los enemigos internos de la patria para su liquidación.

Clausurada la revista viaja a España, pues sostenía que: la cabeza de la hidra está en Europa y yo tengo que ir a cortarla allá. Se entrevista con   Pío Baroja, el inconformista ibérico autor del inhallable ensayo Comunistas, judíos y demás ralea.

Sin embargo, a los dos meses, él que había sido un hombre todo vigor y dinamismo, regresa desanimado y sin fuerzas. Ya había comenzado a desarrollarse la larga y penosa enfermedad que le resultará mortal. Y así, mostrando un desinterés total, confiesa: Como Carlos Guido Spano, me corto la coleta y me meto en la cama a leer. No escribo más.

Luego de casi una década de oscuridad y silencio, fallece en Buenos Aires, el 5 de noviembre de l965, en la pobreza más absoluta. Sus amigos entre ellos Pepe Taladriz, realizan una colecta para comprar el cajón. Sus restos descansan en el osario público del cementerio de la Chacarita.

Mas, como el mismo lo previera, no murió del todo, pues “Hasta después de muerto ha de prolongarse en el tiempo la consecuencia de mi esfuerzo”.



1.- Jauretche, Arturo: periódico “Prensa Argentina”, Bs.As. 5-11-65.-  
2.- Torres, J.L.: La Década infame, Bs.As., Freeland, 1973, p. 26.-

Fuente: tsunamipolitico

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